martes, 9 de noviembre de 2010

BDSM Y EL MASOQUISMO EMOCIONAL

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"No existe ninguna sensación que sea más activa,
más incisiva que la del dolor."
Marqués de Sade
 
"...un sádico es siempre un masoquista
al mismo tiempo."
Sigmund Freud

El término masoquismo define el placer sexual asociado con el deseo de recibir dolor, humillación o dominación; este término fue descripto por el médico alemán Kraft Ebbing, tomándolo del apellido de un profesor de Historia y luego devenido novelista, el austríaco Von Sacher Masoch que escribió varias obras de tono masoquista, de las cuales la más famosa es "La Venus de las pieles": allí cuenta que se hacía castigar por una dama envuelta en pieles.
Podemos hallar los primeros registros históricos de estas prácticas en la Roma Imperial, como en los escritos de Juvenal en su "Sátira VI". El escritor Petronio, en su "Satiricón", relata la utilización de la flagelación como tratamiento contra la impotencia: cuando el joven Encolpio, aquejado de dificultades en la erección, consulta con la sacerdotisa, ésta le propone flagelarlo con ramas de ortiga (con fama de afrodisíaca) mientras sería penetrado con un olisbos (falo de cuero) untado en aceite de oliva. Encolpio huye espantado curándose así de su impotencia (cómo se verá se transitó mucho camino hasta llegar al Viagra).
El primer intento sistemático de explicar el castigo como estimulante de la sexualidad fue planteado por el médico alemán Meibom, cerca del 1600, en un tratado llamado "Del uso de la vara en la cosa venérea y en el oficio de los lomos y de la riñonada" donde indica que "los azotes debían aplicarse en las nalgas, porque de esta manera se transmitía calor a las zonas productoras de semen, el que vigorizado descendía hacia el pene produciendo su erección".
Volviendo al 1600: en esa época la flagelación invade la vida erótica europea y se la llegó a llamar “el vicio inglés” (aún hoy se debate en algunos colegios ingleses el hábito de flagelar o no a los alumnos castigados). Fue, precisamente, en Inglaterra donde se crearon establecimientos destinados a la flagelación, a los que concurrían los más encumbrados personajes del país. Durante el período de la Regencia (siglo XIX), el más conocido fue el dirigido por Teresa Berkeley la cual, además de sus habilidades personales, ofrecía una máquina como el "caballo metálico" inventada para "torturar caballeros".
Rousseau, en las "Confesiones", plantea su obsesión de generarse placer siendo flagelado. Si bien es cierto que algunas personas necesitan ser castigadas y golpeadas físicamente para lograr el goce, hay muchas otras que procuran verse humilladas y sometidas, configurando extraños y complicados rituales dignos de la mejor ficción literaria del marqués de Sade quien, en sus obras –y en su vida-, inmortalizó muchas de estas fantasías o ceremonias masoquistas. Es cierto que con más frecuencia esta práctica de recibir castigos corporales es más frecuente en varones y que la mujer, como dicen algunos investigadores, es más proclive a un "masoquismo emocional".
Esta necesidad de denigración y vejámenes, cuando es constante y excluyente como práctica sexual desviada (parafilias) suele connotar características neuróticas relacionadas con la culpa y entroncadas con los vínculos de la infancia.
En muchos de estos casos cuando traen aparejadas serias limitaciones entorpecen las relaciones afectivas de un individuo las psicoterapias (psicoanalíticas o con técnicas conductuales o de PNL, suelen remover estos traumas y fijaciones. Si ostentan características compulsivas, con riesgo físico o con gran daño emocional, y donde lo tanático vence a lo erótico es necesario, además, medicarlos con distintos psicofármacos.

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